viernes, 27 de octubre de 2017

"No hablemos de política"

            
Acabo de ver el discurso de treinta minutos que Inés Arrimadas dedica a Carles Puigdemont en la sesión plenaria de la Cámara de Cataluña hace tan solo unas horas. No paro de cuestionarme por qué una chica como ella tiene interés en pertenecer al mundo de la política, cuando la mayoría de nuestra generación perdimos el apego por este sistema en el que ya no creemos y con el que no nos queda más remedio que convivir. Como un matrimonio de los antiguos, de los que hoy tienen las horas contadas. Tal y como decía Arrimadas, 'la sociedad está fracturada', pero en mi opinión, no solo la catalana, lo está la española y así también se vive fuera de Cataluña. No puedo ni quiero pedir a mi madre que tiene cerca de 70 años que se plantee dejar de votar al PP, a pesar de que el único castigo que podíamos imponer al partido era negarles en las urnas tras los sucesivos capítulos de corrupción desmedida; la misma corrupción que se ha vivido en el PSOE o en Convergencia Democrática de Cataluña. O en las empresas prósperas de los 90 de las que formaban parte los españoles que hoy denuncian. Tampoco puedo expresar mi sentir cómodamente con mi grupo de amigas con las que me relaciono desde los tres años, porque las disputas surgen a la mínima que nombramos los manidos partidos. PP y PSOE. Azul o bermellón. Fachas o rojos. Pijos o progres. Permítanme querer ser progre a pesar de parecer pija ante algunos ojos, pero no es posible; ya estoy catalogada en este país moderno. También peleamos cuando hablamos de las nuevas fuerzas, a las que no perdono las peores discusiones de mi historia. Podemos, con alcaldía en Cádiz, nos ha revuelto más de una cena de boda por la que aún pido disculpas. Me planteo lo de Inés y más allá del sentido de su servicio a la ciudadanía, entiendo que puede seducirle la tranquilidad de sus cuentas a final de mes gracias al embolso de más de 7.000€ cada día 30, según publican los medios; esa que yo no tengo a pesar de contar con un sueldo superior a la media de la comunidad en la que resido. Porque, por encima de la media, mi sueldo no me llega. Y sí, claro que viajo y claro que tengo un coche y seguro médico, comodidades superiores a las establecidas. Faltaba más que me dijeran en qué debo gastarlo. 3.000€ más que Inés cobra Puigdemont, y los españoles aún seguimos debatiendo sobre si declaró la independencia o no lo hizo. Y ¿cómo vamos a creer en esta democracia, la que supuestamente nos trajo los 40 años de mayor tranquilidad de nuestra historia? ¿En un sistema que hoy oprime a la masa como lo hacía antes pero con aires renovados? Todos, pijos y progres tenemos Iphone o Samsung, y televisión en el salón y si queremos en el dormitorio, además de conexión a Internet para estar informados de lo que pasa cuando queramos. Y nos sentimos libres utilizando los mágicos hashtags y pregonando al mundo nuestra felicidad encubierta. Pero las empresas para las que trabajamos nos exprimen mientras obtienen riqueza y siguen cotizando en bolsa, a pesar de no subirnos el sueldo desde hace cuatro años y de negarnos el derecho a la súplica porque detrás nuestra hay cola con ansias de menos. Esta democracia ha puesto de moda salir de trabajar a partir de las 23.00h de la oficina, porque cenar una pizza entre papeles nos hace más importantes. O a controlar nuestras opiniones convocando a los medios a su antojo. ¿Desde cuándo la lucha Sánchez contra Díaz era más importante que la reconstrucción de un esqueleto de una cría de ballena que varó en nuestras aguas y que se recuperaba para la ciudadanía? ¿Dónde están ellos ahora y por qué sí debieron estar antes? Quizás Rivera no alce la voz lo suficiente, no insulte, ni cuente mentiras capaces de llevarle a la presidencia. Su discurso se presenta como el más moderado de la cámara y por eso no ha llegado a oídos de todos los que creemos que entendemos y hablamos de política. No te preocupes porque tus hijos no te escuchen, ellos te observan todo el tiempo, Madre Teresa de Calcuta. GABRIELLE.

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