¿Cómo puede un chico urbanita neoyorquino tomar las riendas de una casa de alta costura y con una tradición de peso? ¿Cómo se logra obtener el respeto cuando cuentas con un predecesor admirado y reconocido después de más de quince años trabajando para la casa? Cuando se toma el relevo de una marca consolidada, con carácter y forma, no vale aplicar cualquier fórmula propia y estudiada; es necesario respetar la esencia, adaptándola al tiempo presente y al estilo personal de quien la firma.
Alexander Wang para Balenciaga ha sido uno de los desfiles más esperados de esta París Fashion Week, y no ha estado falto de las especulaciones y rumores que rodean al mundo de la moda. A través de una confección impoluta, Wang ha sabido transformar las críticas iniciales en alabanzas. Ha habido guiños a la alta costura en su propuesta ready to wear, y un perfecto equilibrio entre esta y la calle. Lo que se traduce en la arrolladora mujer del siglo XXI; elegante, trabajadora y con necesidad de comerse el mundo. La crítica ha defendido a Wang, si bien ya contaba con una madrina de excepción. Los padrinos son, en muchas ocasiones, determinantes y necesarios pero la valía se demuestra afrontando un folio en blanco. Se puede llenar de letras, de trazos o garabatos pero, finalmente, el sello está en la firma. Ser tú y ser la marca, el camino más difícil de todos. GABRIELLE.
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