Tengo la suerte de contar a mi lado con alguien que me recuerda, cada vez que puede, que muy cerca nuestra existe un continente donde la gente no tiene zapatos. Me lo repite y me lo muestra, pues si por él fuera andaría sin zapatos por la vida y sin muchas otras florituras que nos plantamos los que amamos la moda y su historia. No olvidaré una tarde en la que apareció por el andén de la estación con unos Yves Saint Laurent que compró en Oxford, en una tienda outlet con el dinero que ganaba trabajando en la universidad como chico de la limpieza. Se trataba de unas zapatillas deportivas acordes con su estilo, aunque no con sus creencias, algo que me sorprendió enormemente. Él también ama la moda y el buen gusto a su manera, pero entiende la realidad desde un sentimiento más profundo que el resto de los mortales.
La realidad es esa, hay gente que no tiene zapatos (gracias por abrirme los ojos cada día). Es por ello que todavía cobra más fuerza el proyecto de Blake Mycoskie, un joven de Texas que se embarcó en un viaje a Argentina que le cambió la vida, pues lo que allí vio le inspiró a crear una línea de zapatos para recaudar fondos y poder dar calzado a los niños pobres del país suramericano. Su firma, TOMS, celebró ayer su campaña anual Un Día Sin Zapatos, una iniciativa que debería ser seguida por muchos empresarios del sector, no por su contexto, sino por su contenido, pues en medio de esta crisis global que nos afecta a la mayoría de los países desarrollados, no somos conscientes de que todavía contamos con vecinos que no pueden calzarse tan siquiera un par de zapatos para continuar con su lucha diaria.
GABRIELLE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario