Hoy he estado en la vendimia. Es lo que tiene esta profesión del periodismo, que has de meterte de lleno en la faena y, sobre todo, en la noticia para poder transmitirla a los demás. Así que, allí estaba yo, a las 9:00 a.m de un espléndido sábado de agosto, en plena viña gaditana. Y lo cierto es que me ha encantado la experiencia. Aunque se trata de un trabajo durísimo, en el que ni los jóvenes quieren ya participar, es una tradición milenaria que habla de nuestra historia y raíces. Parece que el tomar un buen vino ha quedado relegado a generaciones antepasadas, incluso a la mesa de los Alcántara, que no entiende de la cultura del botellón ni de combinados con refrescos de cola. Y es que ni una cosa ni la otra. Resulta maravilloso saber diferenciar un fino de un oloroso, un moscatel de un mosto, un tinto de un rosado. Entender de las uvas y sus variantes, palomino, tempranillo, pedro ximenez... Y sobre todo, sentir las sensaciones que produce el vino en los sentidos del gusto y del olfato.
Pero entre todo ello, me quedo con Juan Antonio, un auténtico hombre de campo, viñero donde los haya, que conoce la historia de la vendimia como la palma de su mano. Y por ello, este hombre iba con su atuendo típico. Una clásica camisa de leñador, de cuadros azules y rojos, que los diseñadores han sabido transportar de la pasarela al día a día, y nosotras combinarla con estilo. ¿La prenda fetiche? Unas magníficas Hunter que hagan de tu día en el campo, el complemento idóneo para una fructífera recogida de la uva. ¡Salud! GABRIELLE.
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