La ceremonia de los Oscars no se resume únicamente en los reconocidos premios que concede la Academia a los grandes actores del año. Es una ceremonia en la que cine y moda van de la mano; una ceremonia para soñar con un aura de glamour que escribe la historia de la costura y del mundo fashion. Además de la gala, cuya alfombra roja es una de las más conocidas del mundo, fiestas posteriores, acompañantes y complementos, son analizados al milímetro. Es difícil acertar ante tanta expectación; demasiadas miradas críticas posan sus ojos ante la estrella. Mi apuesta en la red carpet va de la mano de las chicas de Criadas y señoras, una historia conmovedora que pone en el punto de mira a una sociedad intransigente y egoísta, que se creía superior por el color nude de su piel. Espectaculares Emma Stone de Giambattista Valli y Jessica Chastain de Alexander McQueen. En la posterior fiesta de Vanity Fair, destacaron con luz propia Gwyneth Paltrow, de Tom Ford; Natalie Portman, con un diseño de Christian Dior de 1954 y Sofia Coppola, de Yves Saint Laurent. En esta edición triunfó una película no anglosajona, que conmemoró aquel cine en blanco y negro y mudo que ha sido sustituido por un cine de colores estridentes, animaciones que saltan de la pantalla y actores irreales que no muestran en absoluto la esencia humana. Una prueba más de que el sistema que hemos creado falla en su más pura esencia. Anoten también en sus agendas la película Mi semana con Marilyn, una clara muestra de lo divino y humano de las estrellas. GABRIELLE.
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