lunes, 1 de agosto de 2011

"Ibiza 2008"

[...] "No hicieron falta más palabras, o a lo mejor tan siquiera hicieron falta aquellas para hacer, como siempre, lo que me vino en gana. Disfrutar de un romance que duró lo mismo que la famosa película, siete días. Viví un amor apasionado, incluso posesivo. Con la caída del sol, cuando estábamos extasiadas de mojitos, sal y arena, aparecía mi italiano a la salida del trabajo, dispuesto a hacerme sentir, uno a uno, los mejores placeres de la juventud bajo un manto de estrellas. Y aunque no entendí en aquellos maravillosos siete días con sus siete noches ni una sola palabra de lo que el chico hablaba, en estos casos nada mejor que el lenguaje de los sentidos para comunicarse. Yo me entregaba obediente a esos trabajados y morenos brazos que me rodeaban, haciéndome sentir muy pequeña; una muchachita indefensa que se olvidaba de todo cuando su galán nocturno hacía acto de presencia. Ambos erámos conscientes de que una vez finalizada la semana ninguno volvería a saber del otro, y quizás aquello lo hiciera más mágico si cupo. Porque en ningún momento transmitimos amor, sino una conexión especial que no hubiera sido de aquella manera en otras circunstancias. Porque probablemente, en mi vida cotidiana, este italiano no hubiera sido nunca mi tipo; no encajaba con mis valores, ni con mi percepción de la realidad. Pero como cada cosa que se encuentra si uno abre bien los ojos, él apareció en el lugar y momento adecuados. Y como no hubiera sido tan perfecto si hubiéramos mantenido el contacto después de todo lo sucedido, mi vuelta a la realidad cayó por su propio peso". [...]

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excuseeeeeee moi???? Yo solo recuerdo macaroni con tomati ;)

Lale dijo...

Jurrr jurrr!!
Esto forma parte de algo que un día se llamará Glenageary...
:-)